Autoexigencia y perfeccionismo: cómo encontrar el equilibrio
- María Pereira Moreno
- 7 abr
- 2 Min. de lectura
Vivimos en una sociedad que premia el alto rendimiento y la excelencia.
La autoexigencia y el perfeccionismo pueden convertirse en un arma de doble filo. Si bien el deseo de superación personal puede motivarnos a alcanzar nuestras metas, cuando se vuelve excesivo puede generar altos niveles de ansiedad, estrés y frustración.
El impacto del perfeccionismo en la salud mental
El perfeccionismo no es intrínsecamente negativo, pero su manifestación puede diferenciarse en dos tipos principales:
Perfeccionismo adaptativo: es una motivación sana para mejorar, sin que ello afecte la autoestima o el bienestar emocional.
Perfeccionismo desadaptativo: Se caracteriza por una autoexigencia extrema, miedo al fracaso y una constante insatisfacción con los propios logros, lo que puede derivar en ansiedad, depresión y baja autoestima.
El perfeccionismo puede generarnos un alto nivel de ansiedad
¿Cómo reconocer la autoexigencia extrema?
Las personas perfeccionistas tienden a presentar patrones de pensamiento rígidos y expectativas poco realistas sobre sí mismas. Algunas señales incluyen:
Dificultad para aceptar errores y tendencia a la autocrítica excesiva.
Procrastinación por miedo a no cumplir con estándares elevados.
Sensación constante de que los logros nunca son suficientes.
Estrés y ansiedad ante la posibilidad de fallar.
Estrategias para gestionar el perfeccionismo
Si bien el perfeccionismo puede parecer difícil de manejar, existen diversas estrategias para equilibrar la autoexigencia y mejorar el bienestar:
Fomentar la autocompasión: Aprender a tratarnos con amabilidad y aceptar que los errores forman parte del proceso de aprendizaje es clave para reducir la ansiedad y el estrés.
Establecer expectativas realistas: En lugar de buscar la perfección, enfocarse en el progreso y valorar los pequeños nos generará una sensación de satisfacción y motivación más saludable.
Modificar el diálogo interno: Cuestionar pensamientos perfeccionistas y reemplazarlos por afirmaciones más flexibles nos ayudará a reducir la presión autoimpuesta.
Aceptar la imperfección como parte de la vida: Adoptar una mentalidad de crecimiento en la que se valore el aprendizaje en lugar del resultado final contribuye a un bienestar emocional más estable.
Buscar apoyo profesional: La terapia cognitivo-conductual ha demostrado ser una herramienta efectiva para identificar y modificar patrones de pensamiento perfeccionistas.
Aplicaciones en la vida cotidiana
Equilibrar la autoexigencia con el bienestar implica practicar hábitos saludables, como establecer límites claros en el trabajo y la vida personal, priorizar el descanso y reconocer el valor del esfuerzo sin necesidad de alcanzar la perfección absoluta.
Comprender que el éxito no depende de la ausencia de errores, sino de la capacidad de aprender y adaptarse, nos ayuda a construir una relación más saludable con nosotros mismos y con nuestras metas.
Si quieres informarte sobre la terapia o tienes cualquier duda puedes ponerte en contacto conmigo a través de esta página web o en el teléfono 673211764.
Espero que os haya servido este post. ¡Nos vemos en el siguiente!
Artículo realizado por María Pereira
Bibliografía
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